El juego de pérdidas infinitas
Nunca vas a ganar una discusión. Y si quieres discutirme esto solo puedo darte la razón. Toda para ti, yo no la voy a usar para nada
Esta es una idea que no me dio tiempo a explicar en el podcast de esta semana. Donde comenté, junto al majísimo David Bonilla, el libro que me cambió la vida hace 15 años: Cómo ganar amigo e influir sobre las personas.
Discutir solo sirve para alejar a la gente, para cortar el fino hilo del que se tejen las relaciones humanas
Ni tú te vas a convencer, ni yo tampoco. Nuestra naturaleza no quiere eso, quiere libertad de pensamiento y movimiento. Aunque sea una engañifa: nuestras ideas vienen de nuestro entorno cercano.
Admiro mucho la gente que escucha con todo su corazón
He dicho corazón, en vez de orejas, porque así es como hay que escuchar. De ahí es de donde salen nuestras decisiones y pensamientos más arraigados. Del corazón, de las entrañas, de las emociones. Esas personas que se sientan en una mesa dispuestas a aceptar que saben menos que el de enfrente. Que cuando acabe la charla empezarán a darle vueltas, intencionadamente, a lo que escucharon.
Si discutes y te dan la razón no habrás ganado
La otra persona no querrá repetir ese dolor, no querrá estar más a tu lado. En cambio, si pierdes la discusión te vas a sentir un inútil. Parece que todo son ventajas. ¿Ahora ves que discutir es un juego de pérdidas infinitas? Si no lo ves no pasa nada, cada uno tiene sus hobbies tontos y yo no soy nadie para discutirlos.