La austeridad tiene un precio
Me decía Ezequiel Cano una metáfora de la vida muy buena: en el pack de 6 calcetines siempre hay uno que no te gusta. Pues pasa igual con la austeridad. Vamos a sacarle punta.
Siempre me ha gustado la idea de la austeridad. El no necesitar de más para no caer en la trampa del consumismo vacío. Poder ver lo que realmente hay detrás de un objeto: las horas de trabajo, el prueba y error infinito, el sudor en invierno, el cariño ojeroso…
Si desechamos todo a la primera acabarán por desecharnos también a nosotros de igual manera
Sin embargo, no puedo evitar buscar contraargumentos a las ideas más bonitas. Porque todas los tienen, como argumenté en mi anterior newsletter. Y la austeridad tiene dos grandes contrapesos, como mínimo.
El primero es que nos adaptamos a lo bueno, pero también a lo malo. Así que podemos volver a ser austeros después de haber tenido una buena época.
No hay placer sin dolor, ni dolor sin placer (que frase de autoayuda más preciosa me quedó)
Y el segundo contrapeso es que a veces la austeridad bebe del miedo, lo cuál puede llegar a ser enfermizo. Miedo a volver a perderlo todo o, incluso, miedo a no saber apreciar los regalos de la vida. Quién haya leído Maus, o conocido a alguien que sufrió los años de posguerra, sabrá a lo que me refiero.
Por eso, a favor de la austeridad pero… sin ir a tope. Saber disfrutar de la vida es igual de importante que saber cuándo parar y recargarse. Y ahora te quiero leer a ti: ¿Qué contrapesos encuentras tú? Seguro que tienes alguno interesante, que yo ni pensé.
La austeridad también es signo de que tenemos recursos y podemos, en un momento dado, adquirir lo que sea que necesitamos (si lo necesitamos realmente). Tenemos amigos que acumulan todo tipo de cosas por lo que pueda pasar, en vez de dejarlas ir o tirarlas. ¿Es saludable? No lo sé, pero nos hace pensar que nuestra vida minimalista también es en cierto modo privilegiada. Un abrazo 💜
Si tu austeridad te limita, bloquea, te aísla sin quererlo, etc… si tendrá tu propio contrapunto….yo he vivido en la abundancia y ahora vivo con lo que necesito a las afueras en una pequeña casa. Me cubre mis necesidades vitales, no echo de menos nada que tenga que ver con lo material y otras comodidades. Todo lo que echo de menos tiene que ver con vínculos afectivos honestos, seguros y leales. Nada con lo material. No solo no lo echo de menos sino que no quiero esas “comodidades” que me empobrecen. Tener mercados cerca, bancos, gente a la que no saludo, parques artificiales de hormigón, y coches continuamente pasando, casas con cosas que no necesito y pagos que no necesito. Estoy bien con eso.