Me gusta más oler las magdalenas
Quiero explicar algo de mí por primera vez. Y como te afecta a ti.
Leyendo la gran novela de Sandor Marai El último encuentro me ha vuelto a la cabeza esto:
Pequeños detalles y conversaciones superfluas nos marcan para siempre
En el caso del protagonista, las conversaciones que le cambiaron para siempre se remontaban a 41 años. Y su interlocutor ni se acordaba de lo que él mismo había dicho.
Seguro que a ti también te ha pasado: una frase que se te quedó grabada, a pesar de que esa no era su intención.
A mi me ha pasado muchas veces, incluso de forma opuesta. Es decir, marcar sin querer al otro. Luego, años después, me lo explican y acabo preguntando: ¿eso te dije yo?
La realidad está tan dividida que un detalle inmenso para ti no es nada para el otro
La mayoría de detalles no son importantes, pero cuidado porque cuando un detalle te toca se hace realidad el dicho: el diablo está en los detalles. En mi caso particular, recuerdo un detalle que poca gente es capaz: soy olfativamente sensitivo. Si estás un tiempo conmigo me acordaré para siempre de tu olor.
No llego a tener hiperosmia, aunque olores artificiales, como los perfumes, me generan mucho malestar y dolor de cabeza. Igual que el incienso, no lo soporto. Así que si eres de mi círculo más cercano sabré si hace unas horas estuviste en la habitación que acabo de entrar, llevaras o no perfume.
No acaba aquí: a veces, disfruto más oliendo que comiendo
Lass magdalenas me gustan más por su olor. Cuando me las como no recibo el mismo chute de dopamina. Diría que las magdalenas no son una de mis comidas favoritas, ni de lejos; pero si que lo son a nivel olfativo.
Detalles inesperados nos marcarán para siempre. Igual que una conversación que parecía banal. La magia reside en que nunca sabremos cómo hemos ido marcando.