Ni hao.
China está ampliando su lista de países con exención de visado.
Lo están haciendo a un ritmo brutal. Es una invitación directa (casi urgente) a que el mundo vaya a ver con sus propios ojos lo que allí está pasando.
Porque no les basta con que leas titulares: quieren que lo veas. Que pises las calles, que tomes el metro, que entres en sus tiendas, y que te lleves otra idea. Una distinta.
Veamos.
El relato internacional sobre China lleva años estancado en una mezcla de recelo, caricatura y media verdad. Que si escupitajos, que si copias, que si censura. Pero mientras tanto, allí dentro se están cocinando cosas más importantes.
Una persona del grupo me dijo:
“No sabía que en China había tiendas de Apple originales. Pensaba que eran todas de imitación.”
Pero sí que hay. Y no solo Apple. Están todas: Gucci, Starbucks, Uniqlo, Tesla...
Tiendas oficiales, bien montadas, muchas veces mejores que las que tenemos aquí. Porque a los chinos les flipan las cosas originales. De hecho, están dispuestos a pagar mucho más por lo auténtico. No lo ocultan.
Yo esto lo entendí en 2011.
Vivía en Francia, y una compañera china de intercambio (muy graciosa, por cierto) se compró unas Timberland. Le dije que por Amazon estaban más baratas. Y entonces se las volvió a comprar. Mismo modelo, mismo color, misma talla, todo. Ahí se me abrieron los ojos con China.
No eran comunistas, eran consumistas.
Pero no consumistas atolondrados, sino de esos que quieren lo original, lo que dura, lo que vale.
Lo que es bueno.
Porque en China no es que no haya copias (claro que las hay). Pero lo que no se cuenta es que ellos también distinguen. Y que cada vez más, las desprecian. Que las grandes empresas no se van de allí porque encuentran algo que no consiguen en ningún otro sitio: precisión, eficiencia, consistencia. Y una calidad que no es fácil de replicar.
El relato no es solo una historia:
es poder.
Y China lo sabe.
Sabe que mientras la veamos como el villano de videojuego, no podrá liderar la partida. Así que está abriendo puertas, bajando puentes levadizos, mostrándose con más intención que nunca.
Porque la forma en que el mundo te interpreta acaba determinando si te sigue o te frena.
Y China no quiere que le frenen.
Así que no, no es una campaña de turismo. Es un plan de cambio de relato.
Quieren que vayas, que veas, que vivas, y que al volver cuentes otra historia. Una que desmonte la etiqueta, que pinche el prejuicio, que no suene repetida.
Una que te dé hasta orgullo (o estatus) contar.
P.D.: ¿Tú también tenías esa imagen de China en la cabeza o solo era yo?
P.D.2: Dentro de poco haremos un nuevo viaje organizado, si te interesa saber más dímelo cuánto antes.