¿En serio?
Estaba en el gimnasio el otro día y un hombre de unos 50 años no paraba de mirarme mal. Así que le fui a hablar, aunque el instinto me decía que no lo hiciera.
- Hola, ¿qué tal?
- Estás haciendo mal el ejercicio. Fatal, no tienes ni puta idea.
Ahí ya me saltaron todas las alertas, qué manera de contestarle a un desconocido.
Igualmente le pregunté cómo podía hacerlo mejor. Me lo explicó, de mala maneras, y le escuché, a medias. Luego seguí a lo mío, pero al tipo le fastidió mucho que no le hubiera escuchado plenamente.
Todo por no tener mano izquierda, ni darse cuenta de ello.
Recibir feedback no es fácil. Darlo tampoco.
Ya hablamos de recibir feedback, ahora quiero hablar de cómo darlo. Cuando demos un consejos tenemos que hacerlo desde la generosidad. Intentando ponerse en la piel del otro, y no solo hablar desde nuestra propia experiencia (que también).
Incluso tenemos que pensar que el otro a lo mejor ya lo ha intentado (pero no le funcionó). O que aún no está en el momento ideal para recibir ese consejo, la maduración requiere tiempo. También influye el momento del día, hay gente que muerde recién despertada.
Un consejo que no se pide es un mal consejo.
Intento evitar dar feedback si no me la solicitan, solo lo hago cuando tengo muy claro que el otro va a sacarle provecho. O cuando tengo mucha confianza con esa persona. En la mayoría de casos solo me meto en mis asuntos. Los dos ganaremos.
Así que intento no ser un tipo que mira mal. La mano izquierda está para usarse.
Y si no quieres que te miren mal busca entender cómo funciona el mundo. Aquí la razón:
Totalmente de acuerdo. En ocasiones el que ofrece el consejo quiere engordar su ego, que el otro sepa que sabe mucho y que tiene mucha experiencia. Hay que darlos con humildad. Y no olvidar que hay gente que cumple la máxima de "consejos vendo pero para mi no tengo".