Sí.
Nos pasamos la vida siguiendo la inercia.
Adaptamos el mismo vocabulario que usa nuestra gente, buscamos fardar con un coche grande y votamos al partido del pueblo (sea el que sea). Es decir, vamos en la dirección del viento, en inercia. Todos lo hacemos, aunque no nos demos cuenta.
Sin embargo, hoy quiero hablar de la otra cara de la inercia, ya hablé sobre escapar de ella. Pero hoy toca la inercia de lo contrario.
La inercia en exceso puede explotar en tu cara.
Mi madre fumaba mucho, intentó dejarlo pero no podía. Al final acabó fumando más. Hasta que un día se vio a sí misma fumando mientras cocinaba, se dio un asco propio que no pudo soportarlo. Nunca más fumó.
Cuando queremos dejar un vicio buscamos reducirlo, acorralarlo. Sin embargo, esta estrategia muchas veces no funciona. Acabamos volviendo a la media. Mejor dejarlo por exceso, como mi madre.
Querer dejar algo a poquito es no querer dejarlo.
O se deja de golpe o se aumenta, solo así acabaremos dejándolo. Los malos hábitos no funcionan como las matemáticas. Son blanco o negro, por una vez las medias tintas no funcionan.
Si te deja tu pareja haz contacto cero y apúntate al gimnasio, es la mejor receta. Nada de intentar ser amigos. Eso ya, en todo caso, pasado un buen tiempo. Si comes demasiados dulces pégate un día un buen empacho, ya verás que ese dolor te ayudará la próxima vez que te entre antojo.
Usemos la inercia a nuestro favor, que el viento nos lleve volando y tengamos que aterrizar de emergencia. Usemos la inercia del exceso con tal de parar el motor.